martes, junio 26, 2007

Los puertos del Plata en la ruta antartica durante la "etapa heroica"

Autores:
Cristina Montalban - Instituto Antartico Uruguayo.
Ricardo Capdevilla - Jefe del programa Museoantar, Dirección National del Antartico, Argentina

Este texto ha sido tomado del sitio web HISTARMAR - Historia y Arqueologia Marítima - http://www.histarmar.com.ar  
que es publicado desde el 15 de Abril del 2003, por Carlos Mey -- Martínez - Argentina Direccion de e-mail: histarmar@fibertel.com.ar 
"ACTA , NON VERBA" - "VERBA VOLANT- SCRIPTA

El presente trabajo fue presentado en el IX Encuentro de Historiadores Antarticos Iberoamericanos, realizado en Lima, del 19 al 22 de setiembre del 2005, en el marco de la XVI Reunion de Administradores de Programas Antarticos Latinoamericanos.
Derroteros de la Mar del Sur - n° 13 (2005), pp. 79-94

El objetivo de este trabajo es evidenciar la importancia que los puertos de ambas orillas del Plata tuvieron en el enlace marítimo con el continente antártico. Queremos dejar en claro que este informe no implica -de ninguna manera- realizar una pugna de méritos, ni argumentar o polemizar sobre teorías o reclamos jurídicos, tema que el Tratado Antártico, que rige para todos los países signatarios, hace totalmente injustificado.


La particular situación geográfica de la Antártida, aislada por un cinturón de mares, con profundidades abismales que lo separan de América en distancias de unos 1.000Km, y hasta 3.600 con relación a África, fue la causa de que durante siglos su existencia fuera mas supuesta que conocida. De manera lenta, dispersa y muchas veces fortuita, se fue delineando la cartografía tentativa de los mares australes, siendo una de las primeras informaciones sobre ella, la brindada en 1502 por Américo Vespucio.
Reportó tierras avistadas aproximadamente en 52° S, que corresponderían a las Malvinas, lo cual fue vinculado al descubrimiento del Estrecho de Magallanes, que en 1520 llevo a la teoría de que la Tierra del Fuego era parte del continente desconocido
Desde estos inicios nebulosos, hasta cubrir la extensa cronología de intrépidos viajes de la que se conoció como "etapa heroica marítima", Montevideo y Buenos Aires, signados por su position geográfica, resultaron fundamentales, y pautaron una serie de vínculos indiscutibles -en principio- con el "lejano Sur" y, en ese avance gradual, en el mismo registro histórico de la Antártida.

Europa y la pugna por las regiones australes
Como se conoce, las regiones australes estaban incluidas dentro de las posesiones de España, de acuerdo al Tratado de Tordesillas (7 de junio de 1494), que rectificó la divisoria territorial del mundo entre esa potencia y Portugal, marcada por bula del Papa Alejandro VI. Inglaterra no reconoció dicho derecho, sosteniendo que el único valedero era el de la acción de sus navegantes.
La potencialidad de la zona en cuestión para la caza de especies marítimas, fue el motivo de la presencia -hacia 1735- de balleneros y loberos ingleses. La meta inicial de Malvinas se conjugo con el establecimiento posterior de unas veinte loberías en la costa patagónica, y la ampliación del área de operaciones cuyo radio de acción alcanzo la Isla de los Estados, el Estrecho de Magallanes e islas aledañas.
Esta cuestión, unida a la preocupación por la vigilancia de la ruta del Cabo de Homos, que abría las puertas del Pacifico, instrumento la organización de las escuadras que al mando del general Pizarro y del comodoro Anson plantearon en 1740 la pugna por aquellas zonas. Vencidas por el hambre, la sed y las revueltas, ambas flotillas resignaron miles de vidas en esas aguas inhóspitas. Pizarro no logro impedir que las maltrechas naves del ingles llegaran al Pacifico, pero los puertos de Buenos Aires y Montevideo, en los que se refugiaron el Asia y la Esteban, de la menguada flota española, recogieron como único beneficio, un grupo de oficiales con experiencia en navegaciones australes, que seria utilizado por las autoridades platenses en viajes posteriores con ese destino.
En 1745, uno de ellos, el alférez de navío Joaquín Olivares, tomo el mando del navío San Antonio en procura de la instalación de una misión Jesuítica en las costas patagónicas. Si bien el proyecto se reconoció como impracticable, por no encontrar lugar adecuado para el establecimiento ni haber indígenas para poblarlo, resulto importante por el reconocimiento de la costa, que permitió a los españoles levantar cartas náuticas de la zona. En el mismo sentido, se debe hacer constar las dos expediciones sucesivas al mando de otro de estos destacados marinos, el teniente de fragata Manuel Pando. Realizadas a bordo del bergantín San Francisco de Paula -en octubre de 1766 y diciembre de 1768- van a encarar nuevamente la colonización de la costa patagónica mediante la catequización de los indios. En esta oportunidad se sumo a los objetivos de la misión la localización de posibles establecimientos extranjeros. Es de hacer notar que Francia también había advertido las ventajas de instalarse en las tierras australes. Dicha instalación abarcaría varios fines, bastante disimiles, pero complementarios en la política marítima de las potencias europeas: estratégicamente representaría una base de escala propia en la navegación hacia las Indias, económica-mente proveería de aceite de lobos y ballenas, añadiendo a esto los recursos de la pesca del bacalao y los bosques.
A cargo de hacer realidad ese objetivo zarpo, desde Saint Malo, Louis de Bouganville, recalando en Montevideo a fin de componer su fragata -L'Aigle- y aguardar a la corbeta L 'Sphinx.
El gobernador Joaquín de Viana, de acuerdo a la alianza entre ambos reinos, presto toda la colaboración a la expedición, aunque sospechando las intenciones que los franceses se guardaron de manifestar.
El 16 de enero de 1764 las naves zarparon rumbo a Malvinas, y el 5 de abril, terminada la construcción del fuerte, se llevo a cabo la ceremonia de posesión de las islas.
España, por su parte, consideró que si permitía la ocupación a los franceses, podría facilitar el contrabando con las costas de Chile y Perú; y, peor aún, no podría impedir que lo hicieran también los ingleses. Un arreglo diplomático, en que se reconocía el derecho de posesión español de las Malvinas, llevo a que se entregara Port Louis.

Desde Montevideo zarpó Bouganville - el 15 de febrero de 1767 - con el fin de cumplir las órdenes de entregar el citado establecimiento, previo pasaje por la capital del virreinato "con el fin de auxiliar con sus luces las pocas o ningunas que teníamos de aquel país", y de recibir de los jueces y oficiales reales lo que restaba de una indemnización pactada por la entrega. Pero había otro establecimiento en Malvinas que preocupaba a la corona española. En diciembre de 1766, sin delatar el punto geográfico de su base, el comodoro McBride había intimado -sin resultado- a los franceses la evacuación de Port Louis.

Consciente España sobre el peligro que esto implicaba para su soberanía, implementó sucesivas expediciones de reconocimiento. Entre ellas destacan:
- la encomendada al capitán de fragata Domingo Perler, a bordo del chambequin Andaluz, con salida desde Montevideo el 23 de diciembre de 1768,
- el viaje del teniente de navío Francisco Gil y Lemos, zarpando de Buenos Aires en diciembre de 1768 en la fragata Santa Rosa, y
- desde el mismo punto, el 6 de enero de 1770, la partida del piloto José Goicoechea hacia Deseado, donde debía aguardar el arribo de las fragatas Santa Catalina, a cargo del capitán de fragata Fernando Ruibalcaba, y el chambequin Andaluz, comandado por el ya mencionado Perler. Esta última expedición confirmo las presunciones españolas, ya no existían dudas acerca del enclave inglés de Puerto Egmont, que desde el 8 de enero de 1765 se había establecido en la parte oeste del archipiélago de Malvinas, mirando estratégicamente hacia la costa oriental patagónica y Estrecho de Magallanes.

La guardia del Plata
La corona española delegó la responsabilidad de la custodia y preservación de la región sureña en ambas ciudades del Plata. La tarea resulto difícil por varios factores: la vulnerabilidad que implicaban la distancia, la inclemencia y la soledad de esas tierras inhóspitas, y la calidad de los intereses -tanto económicos como políticos-que allí se conjugaban.
En la Península se generaron una serie de medidas, la primera de las cuales se patentizó el 8 de mayo de 1770, cuando el gobernador de Buenos Aires ordenó la organización de una expedición al mando del general de la Armada Juan Ignacio de Madariaga. La fuerza, compuesta por las fragatas Industrie, Santa Bárbara, Santa Catalina y Santa Rosa y el chambequin Andaluz, zarpó de Montevideo el 11 de mayo con órdenes de forzar la evacuación de Port Egmont. Tal misión se llevo a cabo exitosamente, con la capitulación lograda el 10 de junio. El alerta permanente por la amenaza en sus colonias de América llevó a la corona hispánica a dictar disposiciones fundamentales:
  • el 8 de agosto de 1776 se creo el Virreinato del Rio de la Plata, con Buenos Aires por capital,
  • otra real cedula fechada el siguiente día designaba a Montevideo como Apostadero del Atlántico Sur, con la responsabilidad de la defensa de la soberanía de la corona española en la región, y custodia de las bajas latitudes atlánticas.

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